MÁSCARA DE TUTANKAMON. Imperio Nuevo. Dinastía XVIII. Reinado de Tutankamon (1347-1337 a.C.). 54 cm. Alto x 39,3 cm. Ancho. 11 kg. Oro, lapislázuli, cornalina, cuarzo. Obsidiana, turquesa y pasta de vidrio. Museo de El Cairo (Egipto).
En 1922 Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón, hasta ahora la única intacta de todas las existentes en el Valle de los Reyes. Los saqueos de las residencias de eternidad reales egipcias, a pesar de la grave transgresión que suponían, fueron una constante en épocas de crisis. A comienzos del Imperio Nuevo esta reiterada experiencia llevó a la separación de dos ámbitos reunidos desde el Imperio Antiguo: el lugar de culto y el de enterramiento.
Las pirámides, con sus templos anexos que habían constituido el modelo por excelencia del enterramiento real en las etapas precedentes, se abandonaron entonces y hallamos en su lugar el templo funerario por un lado y la tumba excavada en las rocas, el hipogeo por otro. Coincidiendo con la instalación de la capital política y religiosa en Tebas, el primero, una edificación de carácter monumental, se emplazará en un lugar preeminente de la orilla occidental del Nilo, frente a la ciudad, ocupada por la oriental. Por su parte, el hipogeo, destinado a contener el cadáver momificado y el ajuar imprescindible para garantizar una adecuada vida eterna, se ocultará en el Lugar de la verdad, que nosotros conocemos hoy como el Valle de los Reyes.
Era una zona que su propia orografía y los rigores climáticos que la caracterizan contribuían a resguardar. Allí se excavaron las tumbas reales de los soberanos egipcios del Imperio Nuevo y, más al sur, en el Lugar de la Belleza, hoy Valle de las Reinas, los hipogeos de sus esposas. Se intentó proteger una y otra área de los ladrones y saqueadores profesionales disponiendo pequeñas guarniciones militares en su entorno, pero la eficacia de estas medidas fue relativa. Los ajuares, riquísimos, se saquearon y se profanaron las momias para extraerlas las piezas de orfebrería que ostentaban. Solo la tumba de Tutankamon nos ha llegado íntegra, sin bien, al abrirla en 1922 eran inequívocos los rastros de una antigua viola ión, cuyos artífices parecía haber huido precipitadamente.
Antes de seguir en el estudio de la máscara, veamos quienes descubrieron la tumba de Tutankamon y como fue su descubrimiento.
El aristócrata británico y dueño de una gran fortuna familiar George Herbert, 5º Conde de Carnarvon (1866-1923), fue el mecenas que favoreció la excavación de la tumba de Tutankamon. Su afición a la arqueología se inició cuando, a causa de un accidente de automóvil que le afectó al pulmón, el médico le prescribió pasar los inviernos respirando en Egipto. Carnarvon se asoció con el arqueólogo británico Howard Carter (1873-1939), quién había iniciado su andadura en el Valle de los Reyes como dibujante, copiando las inscripciones y relieves de los templos de Deir-el-Bahari; luego pasó al Departamento de Antigüedades del gobierno egipcio, siendo Inspector General de Monumentos. En 1907 propuso a Lord Carnarvon excavar la necrópolis tebana: quince años después aparecía la tumba de Tutankamon, el hallazgo más importante de la egiptología, al proporcionar a la humanidad el conocimiento puntual de la muerte de un faraón. Este es el relato de Carter al descubrir el sarcófago:
“Sacamos el tercer féretro (…) y lo llevamos a la antecámara, donde era más accesible para su inspección y manipulación. Sólo entonces nos dimos cuenta de la importancia y la magnitud de nuestro último descubrimiento. Esta pieza única y maravillosa (un féretro de más de 1,85 m. de largo, de la más refinada ejecución y labrado en oro macizo de 2,5 mm. A 3,5 mm. De espesor) que representaba una enorme masa de oro puro. ¡Qué grandes riquezas debieron de enterrarse con aquellos faraones! ¡Que tesoros debió de contener el Valle! De los veintisiete monarcas aquí enterrados, Tutankhamon fue probablemente el menos importante. ¡Qué grade debió de ser la tentación de voracidad y rapacidad de los audaces ladrones de tumbas contemporáneos a ellos! ¿Qué incentivo más poderoso puede imaginarse que aquellos enormes tesoros de oro? El saqueo de las tumbas reales, documentado durante el reinado de Ramsés IX, se hace más claro al medir el incentivo para estos crímenes con este féretro de oro de Tutankhamon. Debió de proporcionar grandes riquezas a los tallistas, artesanos, aguadores y campesinos y a los trabajadores contemporáneos en general, así como a los que estaban implicados en los robos de las tumbas”.
CARTER, HOWARD: “The tomb of Tut. Ankh. Amen”. 3 vol. Londres, 1923.
Detalle del Trono de Tutankamon.
El interior del pequeño hipogeo estaba revuelto pero contenía un tesoro incalculable. Los innumerables objetos del ajuar estaban repartidos en cuatro cámaras. De éstas, la funeraria, situada a occidente, custodiaba la momia del rey en el mismo escenario que le había sido preparada para morir en la dinastía XVIII. Las paredes contiguas al sarcófago monolítico de piedra mostraban sobre un fondo amarillo (no en vano esta estancia era designada la “Cámara del oro”) una serie de escenas alusivas a la ceremonia de la apertura de la boca: el momento en que, según los egipcios, el aliento vital designado como Ka volvía a introducirse en el cuerpo muerto, el Ba, para insuflarle vida, esta vez ya con carácter eterno.
El sarcófago contenía en su interior otros tres sarcófagos antropomorfos (uno dentro del otro y de mayor a menor tamaño), dos de los cuales eran de madera y el tercero de oro macizo. Este último encerraba la momia real. Paradójicamente, la momificación conllevaba una cierta destrucción del cuerpo del difunto que quedaba oculto bajo metros de vendas de lino, así como la anulación de sus rasgos faciales. Por esta razón, una de las máximas preocupaciones cuando se llegaba al final del proceso era restituir esta integridad. La colocación de fundas de oro entre los dedos de los pies y en las manos permitía devolver su forma primitiva a esas extremidades y suplir la desaparición de los cartílagos.
Pectoral de la Tumba de Tutankamon.
Por el mismo motivo se recurrió a la máscara funeraria. Tutankamon la llevaba. Es una de las realizaciones más sobresalientes de la orfebrería egipcia. Es de oro macizo y se adorna con piedras semipreciosas, con pasta de vidrio de diversos colores. Ninguno de estos materiales es arbitrario. El oro para los egipcios era mucho más que um material noble. Se trataba de la carne de los dioses y éstos tenían a su vez el vello del lapislázuli. La imagen que nos ofrece, por tanto, la máscara real no es un retrato del monarca en la tierra; se trata de su efigie en el más allá, convertido en dios tras su resurrección y participando de la naturaleza divina.
Como rey ostenta todos los atributos preceptivos: el nemes en la cabeza, el klaft ciñéndole la freten, adornado con la cobra y diosa buitre, la barba postiza… pero como dios su carne se ha transformado en oro y sus pestañas y cejas en lapislázuli.
Esquema de la tumba de Tutankamon.
Para terminar, os dejamos con un video sobre la exposición de Tutankamon, su tumba y sus tesoros: