ARTE TORREHERBEROS: febrero 2011
RICHARD ESTES. "Water Taxi, Mount Desert". Óleo sobre lienzo. Kemper Museum of Contemporary Art, Kansas City (Missouri).


BIENVENIDOS A TODOS Y TODAS. Este blog nace con la única pretensión de complementar y facilitar las tareas a los alumnos/as de Historia del Arte de 2º de Bachillerato del IES Torre de los Herberos de Dos Hermanas (Sevilla), así como hacer pasar un rato agradable a todos los amantes del arte. No tiene ninguna otra pretensión intelectual. De los textos es responsable el administrador del Blog, no así de las opiniones expresadas en los comentarios. Las imágenes o fotografías, videos y presentaciones están tomadas de internet mayoritariamente, citando la autoría siempre que ha sido posible; si en alguna de ellas no aparece, es por error o descuido, y ruego que me lo hagan llegar para subsanarlo. Casi todo lo que aparece en estas páginas es libre y abierto, y se puede descargar para otros fines, pidíéndose únicamente que se cite la procedencia.





lunes, 28 de febrero de 2011

LA ESCULTURA RENACENTISTA ESPAÑOLA: BERRUGUETE Y JUAN DE JUNI


 Alonso Berrguete. Sacrificio de Isaac del Retablo de San Benito. Madera policromada. 1527-63. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

Desde  comienzo  del  siglo  XVI  la  escultura,  profundamente  goticista  por  influjo  francés (borgoñón) y sobre todo flamenco, empezó a reflejar el influjo renacentista, por los mismos motivos que la arquitectura y con el mismo impulsor (la monarquía). Pero ambas estéticas coexistieron durante algún tiempo hasta que se impuso la segunda. La escultura es más popular que la arquitectura, por eso lo gótico fue más difícil de eliminar y por eso el sentido clásico tampoco llegó a cuajar demasiado en el gusto popular, más acorde con la espiritualidad gótica o el teatralismo y el drama del barroco. Por eso la escultura del siglo XVI en España nunca pierde este sentido español, ligado a la Edad Media por la religión y al expresionismo por lo efectista.
En cuanto a los materiales se usó el mármol y el alabastro y, en menor medida, el bronce. Pero es la talla en madera la que va creciendo cada vez más por su economía y por su menor esfuerzo en la talla. Después estas tallas serán policromadas y algunas recibirán el estofado típico español, paliando así la relativa pobreza del material.
La escultura española se caracterizará por el predominio absoluto de lo religioso y el rechazo de lo profano y mitológico. El tema religioso se presentará de modo expresivo, directo y realista, siendo para ello la madera policromada el material que mejor se ajuste a ese espíritu religioso. De madera se harán los retablos, las imágenes religiosas y las sillerías de coro, mientras que la piedra se utilizará para los monumentos funerarios. Podemos dividir la evolución de la escultura española en tres etapas, que coinciden los tres tercios del siglo XVI, pero sólo nos pararemos en la segunda etapa, en los años centrales del siglo, donde coinciden los mejores escultores: Alonso de Berruguete y Juan de Juni.

1) 1º Tercio del siglo XVI.
La  penetración  del  Renacimiento  se  dio  por  varios  conductos:  importando  obras  de  Italia, sobre todo florentinas, por los modernos nobles de turno. Otra vía fueron los escultores italianos que vinieron con toda su carga renacentista de Italia a trabajar aquí en los primeras años del siglo XVI. 

 Pietro Torrigiano. San Jerónimo Penitente. Terracota policromada. 1525. 
Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Entre  los  escultores extranjeros en España  se  encuentran Doménico Fancelli (Sepulcro de los Reyes Católicos de la Catedral de Granada), Pietro Torrigiano (San Jerónimo penitente del Museo de Bellas Artes de Sevilla) Y Jácopo Florentino. Autores castellanos son Felipe Bigarny (nacido en Borgoña, hace el Retablo y Sillería de Coro de la Catedral de Toledo y el Retablo de la Capilla del Condestable de la Catedral de Burgos), Vasco de la Zarza (Sepulcro del Obispo Alonso de Madrigal de Ávila), Bartolomé Ordoñez (Sepulcro de Felipe el Hermoso y Juan la Loca en la Capilla Real de la Catedral de Granada), Diego de Siloé (Retablo de la Capilla del Condestable de la Catedral de Burgos), así como los aragoneses Damián Forment (Retablo Mayor de la Basílica de El Pilar de Zaragoza) y Gabriel Joly (Retablo de la Catedral de Teruel).

 Felipe Bigarny. Retablo Mayor de la Catedral de Toledo. Madera policromada.

2º Tercio del siglo XVI.
Los escultores imprimen ahora a las formas renacentistas una serie de características peculiares, tendentes    expresar   mejor   la   intensa   espiritualidad   religiosa,   sobre   todo   en   Castilla. El Renacimiento frío, elegante y esceta se quedaba corto para expresar tanto sentimiento.   Para ello se sirvieron de madera policromada para imágenes y retablos, relegando el alabastro sólo para  la  estatuaria  funeraria. La  madera  permite  una  talla  fácil,  unos  tintes  expresivos  y  un retorcimiento de formas que el alabastro lo hace mucho más difícil. 
Así, el período central del siglo, conoce el momento de máximo esplendor de la escultura renacentista española, especialmente castellana, gracias a la labor de algunos artistas geniales, como Alonso Berruguete y el francés Juan de Juni. Ambos se educaron en Italia. Berruguete es el gran intérprete del manierismo del alargamiento, heredado de Donatello y del mundo florentino; sus imágenes son estilizadas y secas. Juan de Juni, en cambio, se muestra partidario del manierismo de la cuadratura, tallando personajes anchos y musculosos, inspirados en Miguel Ángel y en sus creaciones romanas. Estas diferencias formales se unifican al animar la pasión interior de sus santos, pues ambos artistas hacían piezas desgarradas y doloridas, presentándolas en violentas contorsiones e inestables posturas. Ambos hicieron retablos, pasos procesionales, sillerías de coro y sepulcros; dominaron el mármol, la piedra y el barro, pero al material que sacaron mayor partido fue a la madera, encarnada con tonos pulimentados y brillantemente estofada sobre fondos cuajados de oro.

 Alonso Berruguete. Martirio de San Sebastián. Retablo de San Benito. Madera policromada. 1527-63. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

El escultor más importante de este época fue Alonso Berruguete (1489-1561). La superioridad de Berruguete sobre los artistas de su tiempo fue ampliamente reconocida por la clientela y por el pueblo castellano. Fue hijo del pintor Pedro Berruguete, de quién hereda el talento y la pasión por el arte italiano.   Marchó pronto a Italia y a su regreso se afincó en Valladolid,  formando allí un estilo de honda expresividad a base de la distorsión y el alargamiento de las figuras, desdeñando la belleza de las mismas en aras a una mayor intensidad religiosa. Puede por eso  considerársele  como  precursor  del  Barroco. También  hay  elementos  en  su  escultura  que  le vinculan al Manierismo como el movimiento ascendente o línea serpentinata y la actitud inestable de todas sus figuras. En general, sus figuras son huesudas, gesticulantes y nerviosas.
Antes había fracasado como pintor real, pero en Valladolid triunfó clamorosamente en el campo de la escultura, al transmitir a las formas italianas el fuego del alma, que reclamaban los místicos españoles para la imaginería policromada. A partir de 1523, las órdenes religiosas, los altos dignatarios eclesiásticos y los banqueros enriquecidos le convirtieron en su retablista predilecto. Los numerosos encargos que recibe le obligan a fundar un gran taller par dar rápida salida a las obras, que Berruguete dirige como un hombre de negocios, diseñando el proyecto y dejando la ejecución en manos de sus aprendices. Esto tal vez explica las incorrecciones de algunas de sus tallas, ante la presión de trabajar tan deprisa.

 Alonso Berruguete. Adoración de los Magos. Retablo de San Benito. Madera policromada. 1527-63. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

Su actividad se inicia en 1525 con el Retablo de San Benito en Valladolid al que pertenecen varias tablas conservadas en el Museo de Escultura de esta ciudad, tablas como el San Sebastián, con el tórax muy alargado y un movimiento muy contorsionado, telas de   menudos   plegados    en   general   una   anatomía   deformada   y expresionista  con  las  costillas  resaltadas, con  la  fealdad  acentuada pero  de  honda  espiritualidad, o el Sacrificio de Isaac, donde es visible el canon alargado, la línea serpentinata y el hondo expresionismo.  Este  dinamismo  que  alentó  su  vena artística  se  explayó  en  la  Epifanía  de  la  Iglesia  de  Santiago  en Valladolid, de gran movimiento y agitación también. Todos sus retablos están acotados por balaustres y albergan una legión de imágenes crispadas, descarnadas y espiritualmente alargadas, al utilizar como canon diez medidas del rostro. La fama le lleva a Toledo, donde el Cardenal Tavera le encarga la mitad de la sillería alta del Coro de la Catedral de Toledo; la otra mitad quedaba reservada para Felipe Bigarny. Hace 35 sitiales en nogal con personajes del Antiguo Testamento en el respaldo y otros tantos tableros de alabastro par la cornisa arquitectónica con representaciones de la genealogía temporal de Cristo: reyes, patriarcas, y profetas bíblicos. También  es  suyo  el  grupo  de  la  Transfiguración en la silla episcopal  que remata  el  coro  anteriormente  citado,  realizado  en  alabastro  y  que anticipa ya efectos barrocos tanto por diseño y composición como por el dinamismo y la honda expresividad de sus figuras, expresividad que nada tiene que ver con el Renacimiento italiano. Una de sus últimas realizaciones  es  el  Sepulcro  del  Cardenal  Tavera,  donde  se  modera  en  su  expresividad  (por  la utilización  del  alabastro  por  ser  una  escultura  funeraria)  y  esculpe  una  sobria  pero  impresionante figura del yacente.

 Alonso Berruguete. Sepulcro del Cardenal Tavera. Mármol. 1551-1561. Hospital Tavera. Toledo.

Otro gran escultor de la escuela vallisoletana es el francés Juan de Juni (1507-1577), el cual se sintió atraído por lo colosal hasta extremos de efectos teatrales casi barrocos.  Es el polo opuesto a Berruguete y su nerviosismo, por su afán de perfección, lentitud en el trabajo, gusto por las formas amplias y musculosas, y no huesudas. Su clasicismo formal inicial  pronto  perdió  rasgos  renacentistas  para  incorporar  juegos  manieristas  y  prebarrocos.  Las figuras de Juan de Juni suelen entrelazarse unas con otras y dialogar entre sí y con el espectador. Su estilo aglutina tres sensibilidades: de Borgoña, su región natal, capta el dinamismo de los paños con que los escultores locales envuelven su pesadas figuras; de Italia aprende a redondear los perfiles de las telas, así como el clasicismo de Miguel Ángel; en España se acomoda al brío fogoso de la religiosidad castellana, tan alabado por sus contemporáneos.
Llegó  a  España  en  1533, trabajó en León, Medina de Rioseco y Salamanca, para establecerse en Valladolid.  Su  principal  realización  ya  la  hizo  aquí:  el Grupo  del  Entierro de Cristo, hoy en el Museo de Valladolid, obra de un dramatismo solemne, de hondo patetismo, estudiada composición simétrica y cerrada  y  cuyas  corpulentas  figuras  son  la  antítesis de los estilizados tipos de Berruguete. Juni presenta un drama teatral, donde la Virgen, San Juan, las Marías y los Santos Varones, con perfumes y toallas, proceden al embalsamiento del cadáver de Jesús, que yace tendido en el féretro. Las emociones de los personajes sacros mueven a la aflicción; pero no contento con este recurso, introduce un latigazo sorpresivo que mantiene en vilo al espectador, obligándole a participar en la acción dramática: sucede cuando José de Arimatea ofrece una espina de la corona al visitante. En un detalle podemos  observar  la  expresividad  y  el  realismo,  el patetismo y la fealdad naturalista de sus figuras y la fina y delicada policromía para compensar el material pobre de la talla.

 Juan de Juni. Grupo del Santo Entierro de Cristo. Madera policromada. 1540. 
Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

Las aportaciones de Juni se extienden también al campo del retablo. En 1545 contrata el Retablo de la Iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid, donde renuncia a la tradición plateresca, sustituyendo por vez primera en Castilla el balaustre por columnas corintias de fuste estriado. El manierismo arquitectónico vibra en su ensambleje, hasta el punto de que los santos pugnan por no morir de asfixia, aplastados por los intercolumnios.. El desbordado dramático que tensa todo el conjunto culmina en el desgarrado episodio del ático, con la Virgen desmayada bajo la cruz. También hace el Retablo del Entierro de Cristo de la Catedral de Segovia, con la escena central compuesta con un maravilloso equilibrio, a la manera de un medallón, flaqueado por unas figuras de guerreros oprimidos por las nobles columnas corintias. En  su  etapa  final  destaca  la  Virgen  de  las  Angustias  (1570) en la iglesia del mismo nombre de profundo   sentimiento. Se convertirá en el prototipo de las vírgenes procesionales del Barroco y resume el apaciguamiento que sufrió el estilo de Juan de Juni en la fase final de su vida.

 Juan de Juni. Virgen de las Angustias. Madera policromada. 1567. Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid.
 

 3º Tercio del siglo XVI.
Tras la adaptación que Berruguete y Juan de Juni hicieron de las formas renacentistas hacia la religiosidad y el gusto popular español, la escultura del último tercio del siglo XVI permaneció en esta línea hasta entroncarse de lleno con la estatuaria barroca. El paso de una a otra en el umbral del 1600 es más un convencionalismo académico que una diferencia neta.  La fusión es suave, sin cambios bruscos puesto que la diferencia es sólo de grado y donde las principales características antes citadas en el Barroco se amplifican pero manteniendo la misma línea.
Ejemplos de estos escultores religiosos españoles son Gaspar Becerra (Retablo de las Descalzas Reales de Madrid, hoy destruido, y Retablo de la Catedral de Astorga) Juan de Arfe (Custodia de la Catedral de Sevilla) y Juan de Anchieta.
Pero, como en la arquitectura, también El Escorial, va a representar un importante cambio en la escultura española. Deseoso de obtener efectos de solemnidad material en materiales perdurables, Felipe II reunió a broncistas y escultores en mármol italianos. León y Pompeyo Leoni, padre e hijo, artistas de indudable calidad, realizarán no sólo escultura religiosa para el Retablo Mayor del Monasterio escurialense, sino  también retratos heroicos, medallas y alegorías, obras todas de carácter profano. León Leoni hace el bronce alegórico de Carlos V dominando el furor y Pompeyo Leoni las estatuas sepulcrales de Carlos V y Felipe II orando con sus familias en la Iglesia de El Escorial.

 León Leoni. Carlos V venciendo al furor. Bronce. 1555. Museo del Prado. Madrid.

jueves, 24 de febrero de 2011

PLATERESCO Y PURISMO EN LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA DEL XVI


 Pedro Machuca. Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada. Patio interior. 1528.


En  España,  como  en  el  resto  de  Europa,  el  renacimiento  italiano  llegó  con  el  paso  de  la centuria. Esta penetración del renacimiento italianizante se vio favorecida por las intensas relaciones políticas que los Reyes Católicos y Carlos I tuvieron con Italia: en la primera mitad, el emperador Carlos conquistó Nápoles y Sicilia y lucho contra los franceses por el Milanesado.  Si a ello sumamos la creciente influencia mundial de la corona española después de obtener la unidad peninsular y el apoyo moral y económico  del  descubrimiento  de  América,  tenemos  que  España  nunca  fue  tan  internacional  en  la Historia.  Todo esto influyó en la penetración oficial y desde arriba del Renacimiento.
Pero la situación social y religiosa de España supuso un freno a esta apertura paganizante. El baluarte espiritual, el "centinela de Europa" frenaba a nivel popular la introducción del Renacimiento. Se produce así una disociación entre la nobleza cortesana con el rey, con una mentalidad más abierta porque son los únicos que tienen libertad, y el pueblo, inculto y sometido a la Inquisición.
Estas pervivencias de pensamiento medieval se identificaron con formas artísticas del Gótico, las  cuales  estaban  fuertemente  arraigadas  en  España. Además  la  influencia  musulmana  en  el  arte mudéjar  también  frenaba  el  nuevo  estilo  (los  trabajadores  mudéjares  trabajaban  más  barato  y  con materiales más baratos). Así una mezcla de Gótico final, mudéjar y las primeras formas decorativas del Renacimiento forman el Estilo Reyes Católicos. Por eso el Renacimiento penetrará poco a poco, desde arriba, y a lo largo del silo XVI, será digerido y asimilado por la cultura e idiosincrasia hispánica, produciendo un Renacimiento diferente, español.
Pero la ausencia de una burguesía humanista y la falta de mecenas como en Italia, hará que el Renacimiento español se produjera en el seno de la Corte, la alta Iglesia, siguiendo la moda del Papa y la Monarquía, y no como resultado de una evolución cultural del país.   Estas clases  altas  impulsarán  el  Renacimiento  en  medio  de  un  pueblo  aún  gótico  y  el  nuevo  arte  será instrumentalizado  por  estas  clases  altas  al  servicio  del  poder.  Esto  sucede  hasta  que  la  cultura popular vaya acostumbrándose a este nuevo estilo y lo haga suyo. Por tanto, en España se subraya de un modo especial la continuidad Edad Media-Renacimiento por la pervivencia de formas de poder, propiedad y mentalidad medievales en los siglos XV y XVI. 
En el terreno del arte conviven, durante largo tiempo las formas artísticas góticas y mudéjares, combinadas con las nuevas formas renacentistas italianas, cuya entrada se ve facilitada por la intensa relación de los puertos mediterráneos españoles con  Italia a lo largo de la Baja Edad Media. Además, a ello contribuyó la llegada de artistas italianos para trabajar en la Península Ibérica; la educación de españoles en Florencia, Roma y Nápoles; la importación restringida de sepulcros, portadas y fuentes genovesas; y la masiva llegada de libros de arquitectura y estampas grabadas (Vignola, Palladio o Serlio).

 Palacio del Infantado, patio interior. Guadalajara.1480-1483. Estilo Reyes Católicos.


 La arquitectura española del siglo XV evoluciona desde una claridad de formas y una moderada ornamentación a una floración decorativa exultante, que se acentuará hasta el extremo en el período de los Reyes Católicos. Es todo este período el gótico florido se irá combinando con elementos mudéjares. La decoración va desdibujando las formas arquitectónicas, repite sistemáticamente los yugos y las flechas, las efes e ies iniciales de los nombres de los monarcas, calificándose esta etapa híbrida Estilo Reyes Católicos, observándose en edificios como el Monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo, el Palacio del Infantado de Guadalajara o la Fachada de la iglesia de San Pablo en Valladolid. Pero, en general, la arquitectura española del siglo XVI podemos dividirla en tres etapas, que coinciden con los tres tercios del siglo.
En  los  últimos  años  del  siglo  XV  y  durante  el  primer  tercio  del  S. XVI  la  producción arquitectónica  manifiesta  una  dualidad  formal:  mientras  la  estructura  del  edificio  continua  siendo gótica,  el  Renacimiento  se  deja  sentir  en  lo  decorativo  y  superficial.  Así  se  configura  un  estilo protorrenacentista denominado tradicionalmente Plateresco, por lo similar con la labor de orfebres y plateros y por su gran minuciosidad.
Durante el segundo tercio del S. XVI esta abundante decoración fue desapareciendo en busca de   una   mayor   austeridad   ornamental,   mientras   aumenta   la   preocupación   por   el   Renacimiento conceptual, por la esencia de las formas, se busca una mayor claridad. en las formas y en los diseños liberándose así de los lastres goticistas.  Así se dio paso al Purismo, donde no faltan a veces elementos manieristas de concepto sintonizando con lo que se esta haciendo en Italia.
En  el  último  tercio  del  S. XVI  se  pasó  de  un  estilo  purista  a  una  austeridad  extrema, concediendo total primacía a los elementos estructurales del edificio, desnudos de toda ornamentación, sintonizando con lo que Vignola y Palladio realizaban en tierras italianas. Tan solo se dio entrada a algunos  componentes  manieristas  para  aliviar  la monotonía  constructiva. Es  el  llamado  estilo Herreriano  porque  fue  el  valenciano  Juan de  Herrera  el  mejor  en  esta  época,  también  llamado Escurialense porque su mejor expresión es el Monasterio de El Escorial.

 Fachada de la Universidad de Salamanca. 1519-1525.

El Plateresco es un término acuñado en el siglo XVII por el analista sevillano Diego Ortiz de Zúñiga, al detectar la semejanza existente entre la decoración de los edificios hispalenses de la primera mitad del siglo XVI y la labor de orfebres y plateros. Hay un predominio de decoración arquitectónica: grutescos, medallones, columnas abalaustradas. Se desarrolla en la etapa del reinado de Carlos I, y más concretamente, en el primer tercio del XVI. Es un estilo mucho más escultórico que arquitectónico, ya que la estructura de los edificios sigue siendo gótica, lo que cambia es la decoración, por lo menos en las obras más cercanas al principio del siglo, ya que no hay un corte radical entre el Gótico Reyes Católicos y lo que ahora llamaremos Plateresco.
 Se caracteriza por el predominio  de  lo  ornamental,  sin  conexión  con  lo  estructural, emparentando  con  las obras de la Lombardía (Cartuja de Pavía) y superándolas en decoración. Básicamente, lo plateresco es un uso incontenible de los elementos decorativos: columnas abalaustradas, medallones, emblemas heráldicos, remates de edificios con cresterías y candelabros, figuras humanas entrelazadas con animales y tallos formando figuras fantásticas, lo que se llama grutescos, uso que revela influencias italianas y creaciones genuinamente españolas y que se dan de forma simultánea. Los elementos estructurales son clásicos: columnas y pilastras corintias o compuestas, arcos de medio punto, bóvedas de crucería, pero también de cañón o acasetonadas, paramentos almohadillados..., pero se muestra reacios al sentido de las proporciones clásicas, usándose muchos elementos con mucha libertad, cubriendo por entero la decoración las superficies.
Destaca   en   esta   época   el   arquitecto   Lorenzo   Vázquez verdadero  introductor   de   este Renacimiento ornamental en Castilla, donde incorpora el paramento almohadillado de los palacios florentinos, con su portada del Colegio de Santa Cruz en Valladolid (1491). En esta obra todavía se  utilizan  ventanas  góticas  en  la  fachada,  pero  se  introduce  ya  un paramento  almohadillado  y  demás  decoración  renacentista.  El  interior  es  gótico  pero  la  fachada  es híbrida, estructurado en dos pisos y adornada de columnas con un frontón indefinido, curvo, titubeante entre lo gótico y lo nuevo. Pero las proporciones y la estructura del edificio son aún góticas. También realiza el Palacio de Cogolludo en Guadalajara (1495).
Más avanzado el siglo XVI pero en el primer tercio se impone el  foco  salmantino que  se  caracteriza  por  la  abundante  decoración merced al empleo de la piedra tostada de las canteras de Villamayor, fácil de labrar con minuciosidad y de agradable tonalidad. Con ella se realizaron  auténticos  tapices  ornamentales  como  la  Fachada  de  la Universidad de Salamanca, realizada   en   1519-25 por  un  autor  desconocido. Distribuida  en  tres calles  y  cuerpos como un retablo (fachadas retablo), posee un complejo programa iconográfico, llenos de filigranas florales, medallones, arcos carpaneles, grutescos, escudos..., predominando el horror vacui. Se le puede considerar el prototipo de la arquitectura plateresca española.

Juan de Álava. Fachada de la Iglesia de San Esteban. Salamanca.


  También   destaca   en   Salamanca   Juan de Álava, autor de la Fachada de la Iglesia de San Esteban, fachada en arcosóleo con interior en retablo,  con  doseletes góticos  y  profunda  decoración. Su interior es de una sola nave, de estructura totalmente gótica. Otra obra suya es la Catedral de Plasencia (Cáceres). También  en Salamanca está  La  Casa  de  las  Conchas, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, una  de  las  pocas casas civiles y nobiliarias, de estructura gótica y distribución ornamental de ritmo mudéjar en la fachada, pero incorporando elementos platerescos en los arcos de las ventanas y en las molduras de las esquinas.
Después de Salamanca, el foco más importante de plateresco es Toledo,   donde   confluyen   los   ecos   del   últim gótico   con   las aportaciones  ornamentales  italianas  más  una  importante  influencia mudéjar,  configurando  todo  ello  el llamado Estilo  Cisneros,  una  especie  de Renacimiento  nacionalista mudéjar, coincidente  con  el  pontificado  del  susodicho  cardenal.  Destaca el arquitecto Pedro Gumiel, autor de  la  Sala Capitular  de  la  Catedral  de  Toledo,  con artesonado mudéjar, y el Paraninfo de la Universidad  de  Alcalá  de  Henares, donde  abundan  yeserías  y artesonados  mudéjares  pero  con ornamentos renacentistas.
También en Burgos hallamos buenos ejemplos platerescos, destacando Diego de Siloé, que llevó a cabo la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos, manifestándose como un fino ornamentalista de grutescos.

 Diego de Riaño. Fachada del Ayuntamiento de Sevilla. 


En Sevilla debe destacarse el Ayuntamiento de Sevilla, obra de de Diego de Riaño, quién también trabajó en la Sacristía de la Catedral de Sevilla, de tono más avanzado en clasicismo. También en el primer tercio del siglo pueden señalarse en Sevilla evidentes restos de mudejarismo, como en las sevillanas Casas de las Dueñas y Casa de Pilatos.

Conforme avanza el  siglo  XVI,  se  abandona  la  ornamentación  del  plateresco  y  se  busca  una  mayor austeridad y más claridad estructural, anulando conceptos góticos. Así se dio paso a Purismo, también llamado Romanismo. Este cambio se aprecia sobre todo en el segundo tercio del siglo, especialmente en los años centrales del siglo. Ahora, lo propiamente espacial prevalece sobre lo ornamental, y ello es así por una mayor preparación técnica de los arquitectos. El Purismo supone ya la asimilación de las proporciones clásicas y aplicarla s despojadas de adornos. En una palabra, trasplantar a España el severo diseño de Brmante. Gana la intensidad del relieve pero ciñéndose a los encuadres de los vanos y a los elementos arquitectónicos en lugar de abarcar toda la superficie de los muros. Las bóvedas góticas de los edificios se sustituyen por bóvedas ovaladas y vaídas o de cañón con casetones, la decoración esculpida aumenta de volumen, haciéndose casi corpórea y se valoran los espacios lisos. El arco más utilizado es el de medio punto, teniendo los edificios el aspecto de severa monumentalidad y equilibrio.

 Alonso de Covarrubias y Enrique Egás. Hospital de Santa Cruz. Toledo.

El  primero  en  iniciar  este  cambio  es  Alonso  de Covarrubias en Toledo, el cual al principio continua el estilo  de  Lorenzo  Vázquez,  en  obras  como  el Hospital  de  Santa Cruz  en  Toledo,  con  una  fachada  recargada  de  estípites  y  grutescos propios del plateresco y concediendo mucha importancia a la escalera que une la primera y la segunda planta del edificio, con una abalaustrado profundamente decorada. La planta es ya renacentista de cruz griega con un artesonado mudéjar. Pero poco a poco fue abandonando esa decoración para hacer obras más  puristas  como  el  Alcázar de Toledo, de gran sobriedad, con cuatro fachadas renacentistas y poco decoradas y un patio central también desornamentado  y  muy  clásico. También  de  él  es  el  Hospital  de  Afuera  o  Tavera de Toledo.  Este hospital tiene una fachada al estilo palaciego del palacio florentino, diferentes sillares por  pisos  y  una  portada  estrecha  y sencilla.  Anuncia ya lo herreriano, por la sobriedad, clasicismo y desnudez decorativa. También es de Cobarrubias  la Puerta   Nueva   de   Bisagra   de Toledo, de torres gótico-defensivas pero una portada muy purista, con la decoración del dovelaje, el sillar y el escudo real encima. Es concebida como arco triunfal.

 Rodrigo Gil de Hontañón. Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

Igual  evolución  se  aprecia  en  Rodrigo  Gil  de  Hontañón. Destaca en su producción la  elegante  Fachada  de  la Universidad de Alcalá de Henares, cuyo contraste con la salmantina refleja el camino recorrido en tan solo tres décadas. La  poca  decoración  se  concentra  ahora  en torno a los elementos arquitectónicos: frontones, líneas de   imposta,   aunque   aún   vemos   la   abalaustrado   de pináculos   estilo   Reyes   Católicos,  que   tanto   gustaba entonces y que se resignaban a perder. A pesar de contener elementos platerescos, cede mucho espacio al muro liso. También es obra suya el Palacio de Monterrey en Salamanca, construido en 1539, de sobrias fachadas pero con abalaustrada goticista (cresterías de exquisito refinamiento) y con una torre muy sencilla y más bien baja.
En  Andalucía  los  principales  focos arquitectónicos fueron Granada y Jaén. En Granada destacan los arquitectos Diego de Siloé y Pedro Machuca, mientras en Jaén, Andrés de Vandelvira. Pedro Machuca construyó en 1528 el Palacio de Carlos V en la  Alhambra de Granada, probablemente el más clasicista de los edificios renacentistas españoles, con plena influencia bramanesca. Su   planta   es   cuadrada   pero inscribiendo un  círculo  (Manchuca  estaba  al  tanto  de  las novedades  manieristas  que  procedían  de  Italia). La  fachada plana  que  da  paso  a  un  círculo  intenta  engañar  la  estructura interior.  La fachada tiene una clara influencia de Bramante y contrasta por su austeridad con la decoración nazarí; su decoración es arquitectónica, con un sillar muy almohadillado, columnas y frontones.  El concepto de patio interior es muy novedoso pero sintoniza con  la  fachada  por  su  austeridad:  columnas  que  soportan  un  entablamento,  vanos  adintelados, clasicismo puro. El patio es totalmente circular, de dos pisos, porticado con columnas superpuestas (dóricas y jónicas) Machuca se planteó aquí sólo problemas estructurales.

 Diego de Siloé. Interior de la Catedral de Granada. 1528.


Diego  de  Siloé  trabajó  en  Toledo  y  Burgos,  pero  en  1528  marchó  a  Granada  donde  se  le encomendó  terminar  la  Catedral de Granada. Iniciada  por  Egás  en  estilo  gótico, Siloé  debió  someterse  a  una  planta  ya  impuesta,  pero  sometió  el templo  a  una  serie  de  modificaciones  para  adaptarlo  al  gusto  de  la época  por  encargo  real.  Tiene una   planta   de   cinco   naves   de   la misma altura en planta de salón para organizar un espacio unitario al gusto renacentista, con una cabecera semicircular  unida  a  todas  las  naves  y sin  crucero.  Se  cubre  con bóveda de crucería gótica estrellada porque aún gustaban mucho para cubrir grandes catedrales.  La cabecera es renacentista así como esos dobles  soportes. Hay  una  cúpula  en  el  centro  y  un  deambulatorio alrededor.  Es una mezcla entre planta centralizada y de cruz latina (planta de salón). La utilización de Siloé de esta especie de martyrium en la cabecera respondía a dos motivos: servir de panteón real a Carlos V y halagar al Cabildo. Pero las novedades de Siloé en este templo no se limitan a la gigantesca cabecera, sino que en los soportes de las naves ofrece otra importante solución: los pilares, de proporciones vitrubianas, llevan sobre el capitel un tramo de entablamento y, encima, otros pilares de menores proporciones para elevar su altura. Con estos suplementos se llegaba a las bóvedas y no se perdía la proporción armónica. Los nervios de las bóvedas de crucería se recogen en ménsulas para que no bajen por la columna hasta abajo y no den esa sensación de elevación desproporcionada que daba el Gótico.
Esta obra maestra del Renacimiento español influyó mucho en la Catedral de Málaga, también trazada  por  él,  con  una  fachada  muy  esquematizada  en  líneas  horizontales  y  verticales  con  arcos inscritos  en  el  adintelamiento. También hizo Siloé la Catedral de Guadix. Este  estilo  de  catedral  renacentista  se  exportará  desde  Andalucía  a Hispanoamérica: catedrales de Guadalajara, Cuzco y Lima.

 Andrés de Vandelvira. Iglesia de El Salvador. Úbeda (Jaén). 1540-1559.

En Jaén trabajó Andrés de Vandelvira, arquitecto de padres flamencos, que continúa los postulados de Diego de Siloé, aunque más manierista que éste, y produce admirables edificios religiosos y civiles, entre los que destacan la Iglesia de El Salvador de Úbeda, el Hospital de Santiago en Úbeda y la Catedral de Baeza. Pero su obra más importante es la Catedral de Jaén, de 1540, donde ensaya las cúpulas vaídas, y donde la decoración es puramente arquitectónica.
En Sevilla, el arquitecto Hernán Ruíz puede considerarse purista, y allí realiza el Hospital de la Sangre, así como el remate o Giraldillo de la Giralda de Sevilla.



Estaré unos días fuera de la circulación, por el puente de Andalucía, así que no podré estar en contacto con mis amigos blogueros. Nos vemos el martes y buen fin de semana para todos/as. 


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